10 octubre 2010

Para los inversores en oro.






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Puede que el oro sea una reliquia bárbara, pero en épocas de barbarie monetaria, las reliquias prosperan. La versión de Steve Keen de la famosa frase de John Maynard Keynes resume bien el actual mercado del oro.

La decisión del Banco de Japón de ampliar las compras de activos, que pueden incluir ahora activos de la solidez de los fondos cotizados y los fondos de inversión inmobiliaria (ETF y REIT respectivamente por sus siglas en inglés), ha conseguido que a los inversores alcistas en oro se les haga la boca agua al pensar en las armas poco convenionales que puede emplear la Reserva Federal para reavivar la inflación. Con un coste de 1.338,90 dólares la onza troy, el metal ha subido un 22% este año. La magnitud del desapalancamiento sobre el que deben imponerse los bancos centrales en su lucha por reflacionar las economías ha alimentado las expectativas de poder asistir a pirotecnias monetarias más espectaculares.

En EEUU, el método habitual de la Fed para aumentar la demanda y la inflación (rebajar los tipos de interés para fomentar el crédito) no está surtiendo efecto porque los tipos casi cero no pueden reducirse más. Se ha asumido tanta deuda en relación a los ingresos que los consumidores tienen que pagar la deuda, o conseguir que se cancele, antes de endeudarse más.

Pese a la caída desde su máximo, la deuda pública y privada combinadas ascienden todavía al 344% del producto interior bruto, según Nomura. Y esto excluye las obligaciones del Gobierno, que de acuerdo con algunos cálculos superan en más del doble esa suma.

Los inversores alcistas en oro aseguran que para generar inflación con este telón de fondo es posible que hagan falta estímulos mucho más agresivos que los empleados hasta el momento. De hecho, creen que el compromiso de la Fed con el aumento de la inflación podría llevar finalmente al banco central a financiar los actuales déficit, o incluso a nuevos estímulos gubernamentales, adquiriendo ingentes sumas de bonos del Tesoro. El Banco de Japón quiso convencer a los inversores el martes de que no había cruzado esa línea, en parte adquiriendo diversos activos y no sólo deuda del Gobierno.

Si la impresión de dinero, o expansión cuantitativa, va lo suficientemente lejos en EEUU, podría terminar traduciéndose en una seria inflación de los precios de los activos tangibles, incluso si no sucede lo mismo con los precios al consumo. También podría devaluar aún más el billete verde, elevando el precio del oro, que está denominado en dólares.

Teniendo en cuenta la probabilidad de que se apliquen más políticas de expansión cuantitativa en el mundo desarrollado, el atractivo de las divisas tangibles y no impresas como el oro y otras materias primas seguirá presente. La magnitud de ese repunte dependerá de la agresividad de EEUU y otras naciones. El movimiento preventivo del Banco de Japón, de 60.000 millones de dólares (43.531 millones de euros), resultó impactante por el abanico de activos implicados, incluidos ETF y REIT. Pero no puede considerarse de una inmensa magnitud en el contexto de la economía de Japón, y tampoco contuvo la revalorización del yen frente al dólar.

Si la Fed se limita a aplicar las políticas de expansión cuantitativa que basten para que la economía estadounidense se mantenga y los consumidores puedan pagar poco a poco sus deudas, en su nivel actual el oro parece una apuesta peligrosa. El reciente repunte podría haber dado por hecho algo más grande.

La cuestión ahora para el dólar y los inversores en oro es si la Fed está dispuesta a decidirse por la opción nuclear.

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