29 enero 2011

¿Es la situación de la economía británica una advertencia para el resto del mundo?


No hace mucho, la economía británica era la envidia de las naciones del G-5. Tras eludir lo peor de la “gran recesión”, disfrutaba de un próspero repunte. Pero, de repente, hasta el gobernador del banco central admite que la tasa de inflación podría rebasar pronto el 5%; y el producto interior bruto se ha contraído en el último trimestre. De ser objeto de envidia, es posible que Reino Unido haya pasado ahora a tener la economía más débil de los países desarrollados.

La combinación de la inflación de los precios y del estancamiento del crecimiento es un reto para las autoridades británicas. En su última reunión, el comité de política monetaria del Banco de Inglaterra dio signos de que podría convertirse en la primera nación del G-5 en subir los tipos de interés. Pero esa discusión se desarrolló sin conocerse los últimos malos datos del PIB –que también suponen un elemento de presión para que el Gobierno limite sus planes de rebaja fiscal–.

¿Seguirá el resto del mundo a Reino Unido por esta senda descendente? Probablemente no. La espectacular devaluación de la libra esterlina en el segundo semestre de 2008 –de un 31% sobre una base ponderada por el comercio– fue un caso excepcional. El menor valor de la divisa ayudó a estimular las exportaciones británicas, limitando los problemas del país durante la recesión.

Pero la devaluación también se tradujo con rapidez en inflación a consecuencia del precio de las importaciones: casi un 16% a finales de 2008. Fue en este punto cuando la inflación británica, relativamente baja durante muchos años, superó las de la eurozona y EEUU. Puede que los efectos inflacionistas no hayan sido algo excepcional. Los miembros del Banco de Inglaterra que defienden los bajos tipos de interés aseguran, de forma convincente, que el repunte del precio de las importaciones elevó las expectativas de inflación británicas.

El debate es complejo, pero el resto del mundo puede consolarse pensando que los problemas británicos no auguran necesariamente una estanflación global. Advierten, sin embargo, de los peligros de la devaluación que, aunque suponga un estímulo para la actividad durante un tiempo, puede dejar un duradero legado de inflación. Aquellos países que intentan desesperadamente devaluar su moneda en la actual “guerra de divisas” harían bien en tomar nota.

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