24 noviembre 2010

Los monopolios en la era de la información


¿Cómo de difícil sería pasar una semana sin usar Google? O, para elevar la apuesta, ¿sin Facebook , Skype, Twitter, Apple, eBay, Amazon y Google? No sería imposible, pero incluso para un usuario de Internet moderado sería una pesadilla.

Renunciar a Google y Amazon simplemente es inconveniente; renunciar a Facebook o Twitter significa dejar de lado categorías enteras de actividad. Para la mayoría de nosotros, evitar las firmas dominantes de Internet sería mucho más difícil que pasar por alto a Dunkin' Donuts, Carrefour u otras empresas que dominan algún rincón de lo que solía llamarse el mundo real.

Desde hace tiempo Internet se considera un modelo de lo que se supone que debería ser el mercado libre: la competencia en su forma más pura. ¿Por qué entonces se parece cada vez más a un tablero del Monopoly? La mayoría de los sectores más importantes hoy es controlada por una empresa dominante o un oligopolio. Google "es dueña" de las búsquedas; Facebook, de las redes sociales; eBay domina las subastas; Apple domina la entrega de contenido online; Amazon, el comercio minorista online, y así sucesivamente.

Aún quedan territorios que siguen siendo explotados por cualquiera, como la publicación digital. Pero los dominios de las principales empresas han disfrutado de fronteras sorpresivamente seguras durante los últimos cinco años. Bing, lanzado el año pasado por Microsoft, un gigante con 40.000 millones de dólares en efectivo disponibles, ha capturado apenas un 3,25% del volumen de búsquedas (Google retiene un 83%). De todos modos, nadie prevé que Google Buzz realmente invada el mercado de Facebook, o que Skype supere a Twitter. Aunque las incursiones fronterizas logran poner los pelos de punta a las firmas dominantes, en mayor medida han fracasado como emprendimientos de negocios.

El ascenso de la aplicación ('app', un programa que funciona en un móvil o en Facebook) parece desafiar el claro ordenamiento de funciones entre un puñado de firmas, pero incluso esta novedad es parte de una tendencia más general. Para mantenerse en el juego, todas las aplicaciones deben asegurarse un lugar en una plataforma de alguno de los monopolios y de esta forma fortalecen el dominio del mercado por parte del monopolizador.

Las actuales fronteras de Internet probablemente cambiarán en un futuro, en especial a medida que aparecen nuevos mercados. Pero es difícil evitar la conclusión de que vivimos en una edad de grandes monopolios de la información. ¿Es posible que el libre mercado de Internet derive en monopolios? Incluso, ¿es posible que la demanda, entre todas las cosas, reduzca el libre mercado online?

La historia de la información, al menos en Estados Unidos, sugiere que la respuesta a ambas preguntas es "sí". A largo plazo, la competencia ha sido la excepción y el monopolio la norma. Al margen de breves periodos de apertura creados por nuevas invenciones o escisiones ordenadas por las autoridades antimonopolio, cada medio, desde el telégrafo, a la larga ha resultado ser un ejemplo de monopolio. De hecho, muchas de esas firmas aún existen, aunque no sean tan poderosas como antes, incluidas AT&T, Paramount y NBC.

Las empresas de Internet se desarrollan de forma muy similar a las de cualquier otra industria que depende de una red: una sola firma puede dominar el mercado si el producto se vuelve más valioso para cada usuario a medida que aumenta la cantidad de clientes. Ese tipo de redes tienen una tendencia natural a crecer, y ese crecimiento lleva a un dominio.

De todos modos, en un mundo donde apenas dos bebidas de cola pueden pelear indefinidamente, ¿por qué hay tantos mercados de la información dominados por una sola empresa? La explicación parecería estar en la famosa preferencia de los usuarios por la conveniencia. Con las redes, el tamaño trae conveniencia.

A fines de los años noventa, había muchos motores de búsqueda que competían, como Lycos, AltaVista y Bigfoot. En la presente década, había muchos sitios de redes sociales, incluido Friendster. Fuimos nosotros, de forma colectiva, quienes convertimos a Google y Facebook en los dominantes. Los sitios más grandes eran más rápidos, mejores y más fáciles de usar, y los beneficios sólo crecían a medida que se unían más usuarios. Pero todas esas decisiones individuales de ingresar a la vez a los mismos sitios trajeron un resultado que en principio nadie deseaba: un mundo con menos opciones.

Este es un importante principio de la economía de la información: el poder en un mercado rara vez se captura y en cambio es entregado, y esa entrega nace menos de una decisión deliberada que de seguir la corriente.

Los monopolios de la información suelen pasar de buenos a muy buenos en el corto plazo y de malos a terribles en el largo plazo. Durante un tiempo, las firmas entregan una gran conveniencia, eficiencias poderosas e innovaciones sorprendentes. Por eso un monopolio joven se suele relacionar con la edad de oro de un medio.

Hoy, un motor de búsqueda ha hecho prácticamente la vida de todos más fácil y simple, de la misma forma que una sola red telefónica lo hizo hace 100 años en Estados Unidos. El lado negativo aparece más tarde, cuando el monopolio envejece y la voluntad de innovar es reemplazada por una simple voluntad de mantenerse en el poder.

Internet aún es relativamente joven, y seguimos en la edad dorada de estos monopolios. Quizás si estamos atentos, podemos prolongar la fase benigna de su dominio. Pero no simulemos que vivimos en otra cosa diferente a una edad de monopolios.

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