El rescate de bancos puede parecerse a llenar una bañera sin tapón. No funcionará si el agua sale con más rapidez de la que entra. Los bancos centrales han aprendido una y otra vez esta lección a lo largo de la historia, e Irlanda podría convertirse en otro caso más de estudio.
La vida de los bancos centrales se complica aún más cuando intentan a la vez rescatar a sus entidades y mantener sus objetivos respecto a los tipos de cambio. Este era el caso cuando estaba establecido el patrón oro. En 1890, Baring Brothers necesitaba una inyección de capital de 4 millones de libras de la época (471 millones de euros actuales) cuando el Banco de Inglaterra tenía reservas de menos de 11 millones de libras. Se rumoreaba sobre la anulación de la convertibilidad del oro, pero el país fue rescatado con préstamos de 4,5 millones de libras de entonces de Francia y Rusia.
En el período de entreguerras, la caída de Credit-Anstalt provocó problemas parecidos en Austria. En su papel de prestamista de último recurso, el Banco Central de Austria aumentó el suministro de dinero en un 20% prácticamente de la noche a la mañana. No obstante, lejos de restablecer la confianza, esto provocó pérdidas en otras entidades austriacas y en la moneda; el organismo central perdió más de un tercio de sus reservas de oro. Gracias a un mecanismo de rescate internacional, Austria recibió un préstamo de 15 millones de dólares, menos de la mitad que la pérdida en oro.
El ejemplo de Credit-Anstalt todavía sirve para el día de hoy. Los ahorradores austriacos estaban tomando una decisión racional cuando decidieron retirar sus ingresos. Temían que el Gobierno no fuese capaz de sostener al banco. O bien se le dejaba caer, o Austria perdería el acceso al oro, o ambas cosas. Era sensato colocar sus cuentas en un banco donde el sector bancario y las reservas de oro estuviesen más a salvo. Se ha debatido mucho la idea de que la eurozona sea una versión actualizada del patrón oro. Barry Eichengreen y Peter Temin defienden que los sistemas con tipos fijos de cambio “agravan los problemas cuando corren malos tiempos”, especialmente cuando los países con superávit insisten en que sus vecinos deficitarios soportan toda la carga de los ajustes.
La crisis financiera crea más paralelismos. El dinero necesario para tapar el agujero de los balances bancarios irlandeses sólo puede proceder de cuatro fuentes: las reservas de los bancos centrales, la impresión de moneda, los fondos de los contribuyentes y los préstamos extranjeros. El Gobierno de Irlanda dispone de reservas de divisas por valor de 1.400 millones de euros, lo cual no es suficiente. Tampoco, como miembro de la unidad monetaria, tiene el poder de crear euros. Por tanto, el Ejecutivo ha intentado aferrarse a la opción de los contribuyentes transfiriendo las deudas bancarias a sus cuentas. Pero sin duda ha llegado al límite de la disponibilidad de los acreedores a prestar dinero a una rentabilidad razonable, y puede que también haya agotado la voluntad de los contribuyentes para pagar las subsiguientes facturas.
Así que sólo queda la alternativa de los fondos extranjeros. Las entidades financieras irlandesas ya dependían de fondos del Banco Central Europeo (BCE). En cierto modo, el paquete de rescate está diseñado para trasladar esta ayuda del BCE al FMI y los gobiernos europeos. Pero los problemas cruciales siguen ahí. Se está hablando mucho sobre la posibilidad de que la compra del BCE de bonos griegos, por ejemplo, sólo haya facilitado que los ciudadanos helenos con poder adquisitivo trasladen su dinero a Chipre o Luxemburgo. Retirar el dinero de un sistema bancario débil para un juego de niños a ojos de los clientes. Dentro de la eurozona, no existe riesgo cambiario y los tipos de interés están fijados al mismo nivel en todo el continente. Que una empresa o una ONG mantenga tu dinero en un banco con problemas supone un riesgo tanto financiero como de imagen: tan sólo hay que recordar la lluvia de críticas que cayó sobre los municipios británicos que tenían fondos en los malogrados bancos de Islandia.
En efecto, la huida de pequeños bancos contribuyó a extender la crisis actual. El Banco de Irlanda anunció recientemente que había perdido depósitos por valor de 10.000 millones de euros en el tercer trimestre del año. David Owen, economista jefe para Europa del banco de inversión Jefferies International, afirma que los depósitos en entidades irlandesas de clientes no residentes en el país eran de cerca de 203.000 millones de euros en septiembre, una cifra mayor que los 166.000 millones en manos de residentes y que el PIB irlandés. En 2008, los clientes de fuera de la eurozona (incluidos muchos británicos atraídos por las garantías del Ejecutivo irlandés) poseían cuentas por un valor total de 179.000 millones de euros. Puede que estos clientes estén inquietos por los titulares que estos días alertan de la salud económica irlandesa y la posible quiebra del euro. Cuanto más tiempo pase sin que la crisis se arregle, mayor será la tentación para trasladar las cuentas bancarias.
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