¿Disfruta usted de una posición más acomodada que hace dos años? Pese a que hace casi dos años que la economía del mundo desarrollado comenzó a recuperarse, la respuesta del ciudadano occidental medio probablemente sea “No”. Las autoridades han sorprendido y sobrecogido con sus estímulos fiscales y monetarios. Han evitado el completo colapso del sector financiero –no cabe duda de que los salarios de los banqueros han resistido bien–. El sector corporativo también está obteniendo buenos resultados. Incluso excluyendo a los bancos, los beneficios de las compañías del S&P 500 subieron un 18,7%, según los datos de Morgan Stanley.
Pero los beneficios de la recuperación parecen haberse distribuido casi en exclusiva entre los dueños del capital más que entre los trabajadores. En EEUU, los salarios reales han subido un total de 168.000 millones de dólares (118.950 millones de euros) desde el comienzo de la recuperación, pero esa cifra se ve superada con diferencia por el aumento en 528.000 millones de dólares de las ganancias. Dhaval Joshi de BCA Research calcula que es la primera vez en 50 años que los beneficios superan a los salarios en términos absolutos.
En Alemania, los beneficios han crecido 113.000 millones de euros en este periodo, mientras que los sueldos de los trabajadores han subido sólo 36.000 millones de euros. La situación parece incluso peor para los empleados británicos, donde los beneficios han aumentado en 14.000 millones de libras (16.128 millones de euros) frente a la caída de los salarios reales en 2.000 millones de libras. Un trabajo del Instituto de Estudios Fiscales arrojó que los hogares británicos habían sufrido la mayor pérdida de nivel de vida en un espacio de tres años desde principios de la década de 1980.
¿Son estas tendencias una reivindicación tardía de Karl Marx? El pensador escribió en “Das Kapital” que: “Esto explica que a medida que se acumula capital y por consiguiente riqueza se produce de manera pareja una acumulación creciente de miseria en la mayoría de la población”. Pero Marx también predice un descenso en los márgenes de beneficios del moribundo capitalismo, lo que sugiere cierta confusión en su análisis.
Una visión más positiva de esta divergencia entre el capital y los salarios cree que las economías desarrolladas se han vuelto demasiado dependientes del consumo y han tenido que cambiar a un modelo basado en las exportaciones y las inversiones. Esta era la opinión de Mervyn King, el gobernador del Banco de Inglaterra, cuando dijo en enero que “el descenso del nivel de vida es el precio inevitable a pagar por la crisis financiera y el posterior reequilibrio de la economía mundial y británica”.
Este razonamiento podría servir para Reino Unido y EEUU. Pero es difícil de aplicar a Alemania, donde los costes por empleado se han mantenido bajos durante una década y donde, si es necesario reequilibrar la economía, posiblemente sea a favor del consumo.
También hay una tendencia a largo plazo que explicar. Los salarios siguen representando una parte mucho mayor de los ingresos que los beneficios, pero el porcentaje que va a parar a los trabajadores lleva cayendo en toda la OCDE desde 1980. El margen ha sido especialmente marcado en EEUU: la productividad aumentó un 83% entre 1973 y 2007, pero el salario medio real de los varones subió sólo un 5%.
Este descenso en la participación de los trabajadores ha venido acompañada también por un aumento en la desigualdad de los ingresos, algo que los economistas llevan años intentando explicar. Los salarios promedio, que incluyen los beneficios de los consejeros delegados y de las estrellas del deporte, han aumentado mucho más rápido que la media. Esta prima por el “talento” puede ser reflejo de la globalización, ya que la élite puede mudarse a los países donde más se aprecien sus talentos. O también puede reflejar los cambios tecnológicos, que han generado inmensas recompensas para aquellas personas con más capacidad para aprovecharlos.
Una explicación alternativa culpa de ello a la caída de las afiliaciones a sindicatos. El los años 60 y 70 los poderosos sindicatos de las industrias manufactureras como la del automóvil pudieron exigir salarios más altos. Pero los trabajos manuales con elevados sueldos han ido cayendo desde entonces. John Van Reenen, el director del Centro de Rendimiento Económico de la London School of Economics, cree que la privatización también ha contribuido a reducir la porción del pastel que reciben los trabajadores. Los directivos de las industrias de reciente privatización tienden a despedir a los trabajadores, ya que su foco cambia de la construcción de un imperio a la maximización de los beneficios.
Un factor sobre el que tal vez debería hacerse más énfasis es el papel del sector financiero. Los bancos centrales han reducido o mantenido bajos los tipos de interés repetidamente durante los últimos 25 años con el objetivo de mejorar los beneficios de la banca y elevar los precios de los activos. Con esta ayuda, ¿sorprende que los beneficios en el sector financiero hayan superado los salarios de otros trabajos cualificados?
Los intentos de retirar esa subvención reciben como respuesta la amenaza de los bancos internacionales de trasladarse a otro país. Esto recuerda el sistema de chantaje de los gangsters de “El Padrino”. Es como si el sector financiero dijera: “Tiene una bonita economía. Sería una pena que le ocurriera algo”.
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